Los recuerdos martillean mis pensamientos. Menos mal que son dúctiles, maleables, en definitiva, adaptables a las necesidades imperiosas de cada momento.
Se pueden limar asperezas, cantear lo cortante, lo lacerante, lo rasposo y molesto al tacto. Incluso se puede añadir cosas que no fueron, solo el fruto de un deseo por muy efímero que fuese. Se puede enterrar bajo un inexpugnable olvido que no trasmita la menor huella. Pero, en realidad, no puedo, me gustan que afloren con la misma intensidad que produjeron. No quiero adulterarlos, contaminarlos, quiero simplemente que sea lo que deben ser. Recuerdos.