Este fue mi primer libro. Lo usaba como guía para aprender a leer, obviamente no lo lograron. Yo apenas tenía seis años, la letra pequeña, pequeñísima fue un gran impedimento. Pero la técnica pedagógica de la época estaba más centrada en convertir las masas infantiles con métodos de adiestramientos y adoctrinamientos propio del nacional-catolicismo imperante. Eran años de fervor franquista. Tampoco ayudó mucho un maestro bastante díscolo, se pasaba el tiempo de clase devorando chocolate ante la ávida y envidiosa mirada de los alumnos, al menos por la mía; de vez en cuando nos leía alguno que otro de los cuentos que componen este libro, dejando tras de sí un halo de tristeza generalizada impregnado el aula. Se marchaba de la clase para poner alguna que otra inyección, era también practicante para poder alcanzar con cierta dignidad el final de mes. Entonces se decía que "pasas más hambre que un maestro de escuela". El dicho debía ser cierto. Ese hombre se "veía obligado" a dejarnos solos, bajo la atenta y rigurosa vigilancia del pelota y chivato de turno. Tal vez ahí adquirí mi posterior y sólido autodidactismo que aún perdura. Lo que tú no me enseñas lo aprenderé por mi cuenta.
Recuerdo que era relato profundamente tristes, conmovedores, que arraigaron en un rincón de mi memoria con solidez. Hoy ha bastado remover un poco las agónicas ascuas para que la llamas resurjan.
Hice la comunión muy jovencito, parece que ese fue el único motivo de mi escolarización, hacer el catecismo antes de partir para un país donde la herejía imperaba, no les achaco nada a mi padres, antes de adentrarnos en Francia debía ir debidamente protegido contra los infieles, vacunado y con la comunión administrada. Se interrumpieron mis clases en España y se interrumpió mi lectura de Corazón. No recuerdo nada de la segunda parte del libro.
Hoy, la lectura me ha parecido ñoña, de moralidad desfasada, absolutamente obsoleta, pero capaz de hacer revivir aquellos remotos recuerdos.
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