Sigue la línea de la narrativa impecable, armoniosa, bella y lírica de la primera parte de este cuarteto de Alejandría. Los personajes son los mismos pero con un ángulo de visión algo diferenciado, cada uno de ellos adquiere un protagonismo distinto aunque entrelazado, abocado a entrecruzarse, como algo predeterminado por un ineludible destino.
Es evidente que desde la primera línea, y sospecho que hasta la última, mantendrá la tensión narrativa de la historia.