Montalbano se nos presenta como el estereotipo de detective muy común entre los escritores de este género, al que poco a poco me estoy aficionando, más que nada por la calidad de su literatura. Son personajes no demasiado afortunados en amores, aunque suelen ser hombres maduros no exento de cierto atractivo masculino, excelentes y empedernidos gourmets: Pepe Calvalho de Manuel Vázquez Montalbán, Chen Cao de Qiu Xiaolong y el mismísimo Mario Conde de Leonardo Padura encajan a la perfección en ese perfil, habrá otros, no lo dudo, pero no he tenido el placer de deleitarme en sus aventuras. Nuestro Salvo Montalbano, duro, diligente, avispado sabueso, inteligente que genera cierta atracción hacia el género femenino solo se deja corromper por un plato de salmonetes frescos, fritos en el punto adecuado; unos calamares en salsa elaborados por manos gastronómicas expertas.
Este libro es una colección de relatos magistrales, intensos como cualquier novela negra a pesar de la brevedad de los textos, lo que le confiere un valor añadido lo narrado, breve pero intrigante, con final inesperado, investigación ingeniosa, no exenta de humor por la exasperación que genera en la insufrible paciencia del comisario con alguno de sus hombres.
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