jueves, 17 de diciembre de 2020

Rescatado del olvido.

A veces el azar te lleva a cosas insospechadas tal y como le sucedió a un primo mío que acudió a una exposición fotográfica retrospectiva sobre el flamenco en Málaga. Allí vio esta foto, la cual a muy poca gente le dirá algo. Pero el hombre del traje y gafas oscuras nos dio el segundo apellido, tanto a mí como a mi primo, a él también le dio el nombre. Es don Antonio García Moreno, mi abuelo materno. Era un amante del flamenco y así lo recuerdo yo. Serio hasta la solemnidad, elegante, cuidadoso con sus cosas y las ajenas, exigente sin autoritarismo. Siempre andaba rasgando su guitarra, mostrando una virtuosa aptitud en el toque de ese instrumento tan unido al flamenco. Destreza que ninguno de sus hijos o nietos supimos heredar. Despuntaba con su cante que le emergía del corazón, el mismo que un día le falló y a mí me pilló dos mil kilómetros lejos de su muerte.
En esa exposición alguien quiso rescatarlo del anonimato al que muchos, a pesar de sus capacidades, habilidades y talentos se ven abocados. Anonimatos a veces crueles, injustos y arbitrarios. Alguien quiso recordarlo haciéndole acreedor de ese pequeño homenaje insospechado, aunque aún no ha caído en el olvido. La muerte nunca es verdadera mientras alguien te recuerde. Frase ésta plagiada de, o inspirada por, la magnífica novela del escritor malagueño, Enrique Ballesteros Fernández,
Ancestra
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