Me ocurre algo curioso con Posteguillo, pienso que al igual que Ken Follet son escritores sobrevalorados, tienen en casa unos moldes que emplean con maestría para escribir. Me divierte leerlos cuando quiero placidez mental y no darle demasiadas vueltas a la cabeza y eso para mi es muy significativo, me refugio en la mediocridad para huir de una realidad aplastante, descorazonadora. Posteguillo escribe mucho para las entrañas y poco para el intelecto. Sus personajes desprenden ternura, amor y afecto a raudales, también odio, mucho odio. Sus páginas están repletas de buenos (bellos y hermosos) y de malos malísimos en grado superlativo. Pero esa literatura me produce la misma desazón que debe producir el hecho de ir a un restaurante con estrellas Michelin y al primer bocado detectar un cierto sabor u regusto a avecrem para realzar sabores no encontrados en la sutil delicadeza de aromatizar los platos con fundamentos de primera calidad.
Cada capítulo acaba dejando una puerta abierta a la intriga, pero esa intriga es imaginable, la intriga se hace concebible y nada inesperable y ahí es donde entra en juego el avecrem, esos aromas y sabores artificiales que estropean el prometedor plato y desvirtúan el relato. El vilo se deja cantar por si mismo. Sabes con certeza que el malvado blande la espada esgrimiendo una sonora carcajada (lugar común frívolo y repetitivo) pero esa misma certeza irrumpe en tu mente como que algo va a proteger a nuestro héroe o heroína. Toda sorpresa se ha volatizado, toda intriga se ha diluido.
Eso no le quita mérito alguno a sus conocimientos de la época en la que discurre la historia, no faltaría más.
Pienso leer la tercera entrega de la trilogía y no es contradictorio con mi opinión. Me distraigo leyendo a Posteguillo, me divierte navegar por aguas mansas de vez en cuando, aunque en apariencia de mansas no tengan nada. Pero me aporta mucho más la aguas bravas, aquellas que me obligan a subrayar pensamientos, a estremecerme con razonamientos de cierto calado, dignos de reflexionar y calen hondo. Algo que no he hecho ni una sola vez en esta lectura.
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