En una ocasión taché a Ana María Matute como la reina de la adjetivación. Los manejas con maestría y fuerza. Ahora ese reinado lo amplío hacia el del cuento. Los hace magníficos, bellos, humanos. Esgrime la mentira como un arma para hacer el bien, nunca el mal. Los sueños son el horizonte hacia el que todos caminamos pero no siempre se alcanzan. En este cuento el sueño anhelado, deseado con fuerza es la meta principal, el objetivo único. Pero un sueño ansiosamente codiciado puede reportar un mal no ambicionado.
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