Es evidente que este libro está dividido en dos partes claramente diferenciadas. Una primera, que me ha resultado mucho más instructiva que la segunda, donde se entromete entre el pelotón de ciclistas del Tour de Francia a un elenco de filósofos (ciclósofos los llama el autor) y de manera pedagógica se hacen pequeñas síntesis de los diversos sistemas filosóficos que han ido pululando a lo largo de los siglos, recapitulaciones de las ideas que cada pensador ha ido aportando al raciocinio humano a lo largo de la historia intelectual.
Existe un intento, frustrado según mi punto de vista, de hacer coexistir esos racionamientos con la vida deportiva elitista y profesional de esos hombres de la carretera sobre dos ruedas. Pero cualquier aporte para hacer más comprensible la filosofía es siempre de agradecer. ¿Os imagináis a Sócrates, Platón, Hegel, Marx en el ímprobo esfuerzo de avanzar en las diversas etapas que configuran ese hermoso y gran evento deportivo que es el Tour? ¿Qué reflexiones pueden cruzar sus mentes mientras notan la dureza del esfuerzo en sus piernas?
La segunda parte está despojada de ese tono reflexivo, es anecdótica, de relleno, incluso le infiere al libro una buena parte de aburrimiento.
El autor concilia, por qué no reconocerlo, algo muchas veces inconcebible, inimaginable de congregar en una persona un alto nivel intelectual y una enorme preparación física para mantenerlo en la élite del ciclismo, o cualquier otro deporte a altos niveles.
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