martes, 5 de julio de 2022

Láffaire Alaska Sanders de Joël Dicker

Ante todo he de agradecer el francés empleado por el autor. Es decir aquel que aprendí en mi lejana infancia, el que bebí en la calle, en el patio del colegio, en las clases, durante los partidos de fútbol y los juegos con mis amigos inolvidables; alejado de la estridencia de los clásicos a los que agradezco la belleza, la sonoridad, el enriquecimiento de un idioma al que amo y atesoro como oro en paño para no perderlo y acrecentarlo.
La lectura se desliza con agilidad, se absorbe fácilmente, aunque la trama, escrita para atrapar al lector, hacerlo vulnerable al vilo que se sostiene como una tela de araña atrapa y embrolla a una victima de la cual hace inapelable el esfuerzo para desprenderse de sus zarpas. Una vez atrapado es imposible deshacerte de sus garfios irremisibles.
Las sospechas oscilan en un infinito movimiento pendular. Cuando ases una certeza esta se desvanece y nace una nueva, tan sólida como la anterior y así sucesivamente. Es un libro hecho para gustar, para entretener, para vender ejemplares sin tener muy en cuenta la calidad literaria, si por esa calidad entendemos frases que induzcan a la reflexión, digna de ser subrayada, de retener en un rincón de tu memoria, invitadora a meditaciones posteriores, de esas que quedan grabadas para siempre aunque el origen y el autor pasen infaliblemente a un cruel e injusto olvido.

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