Ha sido como un refrescante baño que me ha limpiado el polvo de una lectura anterior, como el viajero se desprende de los polvos acumulados en el camino de un largo viaje. Sí, una lectura donde Adriano aparece como un personaje maquiavélico, perturbado y perturbador, hambriento de poder, conspirador, malvado y de poco fiar. Al fin Yourcenar nos presenta esa imagen de hombre sereno, que acapara mucho poder como emperador pero es incapaz de desprenderse de esa pátina de tristeza y soledad que lo envuelve a pesar de los pesares. El de Marguerite es un Adriano humano, refugiado en el recuerdo en su único amor verdadero, el de Plotina, mujer de Trajano. Es un novela tierna, que te incita a reflexionar sobre el ser humano, que el poder no es nada si te aleja de los sentimientos verdaderamente humanos.
Definitivamente me quedo con este Adriano, con el humano y no con el divino ahíto de odio y rabia. Como muchos de los dioses fruto de la imaginación de los hombres.
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