El comienzo de la lectura despertó todos mis apetitos literarios. Buen aroma, exquisito sabor en apariencia, un tema sugerente, textura perfecto, apetitosa presentación, adentrarme en la historia de la hermosas aguas que me vieron nacer me excitaba . El lenguaje era perfecto, lirico, hermoso, alejado del rigor científico que caracterizan estos escritos, incitando las percepciones más deseadas y añoradas. Todo eso fue diluyéndose paulatinamente como un azucarillo en el café, como la la bruma matinal ante la creciente fortaleza de los rayos solares, que convierte en historia esas aureolas mágicas que envuelven el despertar en cada mañana.
No, no es que me haya gustado, pero me pusieron ante la tentación de algo prometedor, hermoso y repentinamente me lo quitan, me lo arrebatan.
No puedo decir que el libro no aporte nada novedoso, cualquier libro lo hace, siempre atesora un dato, una reflexión, un testimonio desconocido para el lector. Pero lo que acostumbramos a dejarnos fascinar por las históricas actividades desarrolladas a lo largo y ancho de la historia en la cuenca mediterránea necesitamos novedosos descubrimientos para dejarnos asombrar. Es una zona repleta de historia, de hallazgos arqueológicos, aún se oyen el trepidar de remotas batallas, los alaridos de dolor de los heridos, de los que agonizan esperando la irremisible venida de la muerte, el relinchar de los asustados caballos, el crepitar de las ruedas de los carros. En fin, un comienzo prometedor no augura una comida sobrada de exquisiteces.