No tiene nada de ingenua. Es provocativa enardeciendo todos los valores contrarios a la mentalidad burguesa, superficial, ñoña, imperante en la época. Un canto a la libertad, pero a la libertad sin tapujos, sin caretas, sin paliativos. Tom es el prototipo que enarbola la bandera de un hedonismo sin tintes hipócritas. Busca la diversión; la carencia de odiosas obligaciones; el amor sin aderezos clasistas; la amistad revestida de pureza y limpia de pretextos sociales. Es una loa a la vida cuya única frontera es la imaginación, la desbordante e irrefrenable imaginación infantil y sus invisibles límites, si es que los hay.
En ella, a lo largo de toda la narración, vienen reflejados las supersticiones imperantes en esa época en la América del Norte profunda, de reminiscencias descaradamente europeas y esclavistas, la esclavitud va dejando su sombra en cada rincón del texto, no se denuncia con descaro, abiertamente, pero siempre aparece de un modo latente.
En fin, un escrito juvenil para que lo disfrutemos aquellos cuyo infantiles recuerdos son una rémora ya lejana.
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