Los recuerdos martillean mis pensamientos. Menos mal que son dúctiles, maleables, en definitiva, adaptables a las necesidades imperiosas de cada momento.
Todo lo que ha escrito Antonio Soler me ha atrapado. Tiene una manera de narrar muy particular, descriptiva como una sucesión de imágenes que al final eclosionan. Esa explosión te revuelve el espíritu. Emergen sentimientos, te llenan de afectos u horrores, de ternura o dolor. Es capaz de envolverte en una escena amorosa o abominar de una violenta. Siempre tiene un rechazo implícito de la violencia.
Me ha encantado la parte en la que narra la toma de la Málaga musulmana, como preámbulo de la agonía del Reino de Granada.
En contra de la costilla de Adam el autor contrapone el papel fundamental que ha jugado la mujer a lo largo de la evolución humana.
No es lo primero que leo al respecto, pero si aporta un desarrollo más amplio sobre la tesis del papel de la hembra en la evolución humana con respecto al macho. Como su adaptación fisiológica evolutiva ha debido experimentar unos avatares diversos, costosos, tanto al nivel biológico y sociales. Caro ha sido el coste, sobre todo, a nivel socio cultural. Incluso la evolución indujo a acortar el periodo de gestación para no convertir el hecho de parir en algo sin futura para la madre como para el neonato. O acortas ese periodo gestante o no existe futuro posible. Por ello el animal menos desarrollado a la hora de nacer somos nosotros: los seres humanos. Los cuidados en la más tierna de nuestra infancia ha requerido un periodo mucho más largo, un precio mucho más alto para que seamos capaces de valernos por nosotros mismo. Todo eso, de un modo u otro ha recaído siempre en el genero femenino. Difícil hubiese resultado que las hembras dejasen sus glándulas mamarias atrás para que sus retoños pudiesen seguir con su lactancia mientras las ellas partían de caza.
Curiosa me ha resultado el papel atribuido a la abuela en la teoría expuesta por el autor.
Curioso lo que me ha sucedido con este libro. Anoche estuve leyendo un par de capítulos de Los problemas de la filosofía de Bertrand Russell. Todo fue bien. Asimilaba los conceptos con cierta facilidad, pero consideré que un par de capítulos eran más que suficiente. Seguí con la lectura de La cadera de Eva, un libro de difusión científica sobre la evolución del hombre (tema que me apasiona) y más en concreto sobre la importancia de la mujer en dicho proceso, no olvidemos que ellas tuvieron que sufrir una adaptación más rigurosa en el proceso evolutivo por aquello que son las llamadas a parir. No es lo mismo expulsar una cabeza con una enorme capacidad craneal para albergar un cerebro desarrollado que uno de menor capacidad, lo que nos ha permitido ser algo más inteligente que otros animales (por cierto, algo que muchas veces pongo en duda).
Quise acabar mi noche de lectura con algo más asumible para esas altas horas de la noche. Chesterton me pareció lo más adecuado. Libro de apenas quince páginas y autor inédito para mi.
Ahora, delante del ordenador no soy capaz de recordar absolutamente nada de su trama, del argumento, de los personajes o el personaje, ni tan siquiera dónde se desarrolla. Fue una lectura de encefalograma plano, no ha dejado ni la más mínima huella. Eso no dice mucho a su favor.
Una lectura amena pero poco novedosa. Sí, es evidente que para escribir hay que leer. Eso hace que las palabras fluyan con mayor naturalidad, rapidez, libertad. ¿Quién puede escribir sin haber leído?. Esto me recuerda una antigua polémica, si careces de una riqueza lingüística, aunque sea básica, es imposible que salga un texto con un mínimo de dignidad literaria. Pero para escribir no basta con leer. Hay que saber indagar en los sentimientos, en las vísceras. Hay que saber bucear el las sensibilidades propias y ajenas. Hay que practicar mucho y sobre todo tener la paciencia suficiente para pulir los textos.
Otro estreno personal. La duda de cómo relatar y transmitir mis sentimientos, mis pensamientos, mis deseos y mis anhelos, esas dudas constituyen el armazón de esta hermosa historia.
El mitológico Orfeo y su enamorada Eurídice protagonizan esta obra breve, intensa pero intemporal y alegórica. Me gusta mucho la prosa de Claudio Magris y su desbordante imaginación. No es mala manera de introducirse y estrenarse con un autor.
Curiosa colección de relatos. Osamu Dazai no se siente bien dentro de su piel, dentro del estatus social que le ha tocado vivir y con una actitud irreverente hacia todo lo que huele a inamovible por el peso de la tradición lo transgrede sin violencia pero con mucha imaginación. Son hermosos esos cuentos, tanto los que salen de la mente de Dazai como los originales que los inspira. Ahí están todos, en esta edición me refiero, los que emanan de una imaginación inquieta, socialmente perturbada del autor y aquello tradicionales.
De este modo, los que no conocemos la tradición cuentista de un país tan remoto, en todos los aspectos, podamos saber con exactitud qué los inspiró.
¿Puede un sueño transgredir y conculcar lo individual y hacerse extensible a una comunidad reducida? Eso les ocurre a unos huéspedes de una pensión. Todos se convierten en coparticipes de un sueño, lo asumen, lo convierte en propio, lo anhelan casi con la misma intensidad que su creador.
Me gusta la prosa de José Donoso. Tiene ese marchamo inequívoco de los autores sudamericanos, suave, meloso, cierto y verdadero.
Demuestra que no siempre el camino más rápido es el más corto, a veces, hay que dar un gran rodeo, es conveniente hacerlo para llegar antes a la meta.
La novela tiene un gran final, sorpresivo pero digno de una obra que se precie.
Los recuerdos martillean mis pensamientos. Menos mal que son dúctiles , maleable s, en definitiva, adaptables a las necesidades imperiosas...