¿Puede un sueño transgredir y conculcar lo individual y hacerse extensible a una comunidad reducida? Eso les ocurre a unos huéspedes de una pensión. Todos se convierten en coparticipes de un sueño, lo asumen, lo convierte en propio, lo anhelan casi con la misma intensidad que su creador.
Me gusta la prosa de José Donoso. Tiene ese marchamo inequívoco de los autores sudamericanos, suave, meloso, cierto y verdadero.
Demuestra que no siempre el camino más rápido es el más corto, a veces, hay que dar un gran rodeo, es conveniente hacerlo para llegar antes a la meta.
La novela tiene un gran final, sorpresivo pero digno de una obra que se precie.
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