Soy por costumbre un descreído. Ni el cielo ni el infierno existen después de la muerte. Pero las mujeres afganas tienen que sufrir los rigores del infierno mientras viven. ¿Puede haber algo más tortuoso que ser mujer en un país como Afganistán, o cualquiera que esté regido por intolerantes religiosos, misóginos, tiranos de por sí?
Esta narración no es ficción, ninguna ficción puede alardear de la magnitud de las desgracias que han de soportar las mujeres, los pobres, los desamparados en esos países.
Escrita en clave periodística, hace una perfecta descripción del crisol cultural y fanático de un territorio que soporta el peso de las tradiciones con un rigor asfixiante, aplastante, donde sólo vale ser hombre y con cierto poder económico. El resto está condenado a sufrir y padecer.
A pesar de todo, es una lectura amena, ilustrativa. Me sedujo el título, algo que me sucede con harta frecuencia.
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