Bueno, ha sido una aventura lenta, debido sobre todo a esa bendita manía mía de no sobrevolar una palabra sin conocer su significado, hoy los libros electrónicos te facilitan mucho esa labor, la consulta al diccionario es inmediata y cómoda, pero aún estoy lejos de tener la soltura en francés que tengo con el español y lo curioso es que aquella fue la primera lengua en la que aprendí a leer y escribir, incluso a pensar, debido al exilio económico que sufrieron mis padres y, obviamente todos nosotros, sus hijos, pero de eso hace casi sesenta años. Me gusta refrescar ese idioma que me parece hermoso, es un bien que me empeñado en atesorar.
Tarde lo que tarde, la lectura de los tres mosqueteros me ha entretenido, me he divertido con sus avatares, incluso me ha resultado absolutamente inesperada, este tipo de libro, conocido sobre todo gracias al cine, te deparan sorpresas, una veces agradables otras crueles, como en este caso. Por mucho que uno presuma de conocer la historia narrada siempre hay algo inesperado, imprevisto. Vale la pena leerlo, te rejuvenece e infantiliza.
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