Matute se desenvuelve en las aguas del relato como un pez espabilado, experimentado, ágil, sagaz e inteligente. Nos invita a refugiarnos en esa patria intransferible de cada uno que es la infancia. ¿Qué hay mejor que un adulto/niño? Cada uno ha sido niño a su manera y esa niñez ha cimentado una adultez más o menos sólida, imposible de cambiar, imposible de olvidar. Con la autora es fácil viajar hacia esos remotos tiempos, cada día más lejanos pero no por ello menos vívidos.
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