Un presidente megalómano, que se hace llamar el Soberano, que pretende que sus súbditos no lo compare con Dios, puesto que el país tan solo existen Dios y Él, como merecedores de atenciones.
En una África donde coexisten, los móviles, Internet, los correos electrónicos con la incuestionable magia de los hechiceros; donde cohabitan las más avanzadas aspiraciones técnicas modernas y las más ancestrales de las supersticiones.
El texto está cargado de una ironía sutil y a la vez mordaz, incisiva y punzante. Es un texto inteligente, divertido, mágico y fantasioso.
Es de lo más sorprendente de mis últimas lectura, el descubrimiento de un magnífico escritor, imaginativo y creativo.
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