Infaliblemente Camilleri siempre me arranca una silenciosa carcajada, a veces no tan silenciosa. Me sostiene la intriga hasta el final y con este me sorprende siempre.
En este capítulo tiene que lidiar con cuatro o cinco toros a cual mas astado, más fuerte, más incansable. El comisario tiene una intuición infalible, a pesar de que los años no dejan de mermarla, suavizarla y va perdiendo progresivamente agudeza, pero a la vez se va perfilando y acrecentando. El paso del tiempo resta y suma irremediablemente, con cansina regularidad e inexorabilidad.
Como siempre, Camilleri me sirve de aperitivo, para estimular el apetito y a la vez de digestivo para hacer más llevaderas las pesadas ingestiones de lecturas menos ligeras.
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