Tiempo hacía que no disfrutaba de una prosa lírica tan exquisita. Es lo que más me ha llamado la atención de la lectura, ni su trama, ni el desarrollo temático me han cautivado tanto como la forma de narrar la supuesta autobiografía de José María Heredia, poeta cubano del siglo XIX. Es hermosa la finura y delicadeza en que es narrada la época ominosa del pavoroso reinado de Fernando VII, sus efectos colaterales en las colonias, como se van fraguando las esperanzas entre los cubanos para inmediatamente diluirse en el mar de la desilusión. Además está enfocada desde una perspectiva diferente, no envuelta en el manto del pesimismo español que contemplaba como sus colonias, sus tierras, sostenidas con el terror imperial se iban desgranando de nuestro país sin remisión, pagando las torpezas y malas gestiones coloniales de las élites dominantes que sólo atienden a sus propios intereses egoístas, guiados tan solo por la codicia de agrandar sus fortunas, parapetados en un supuesto e hipócrita patriotismo. No, el enfoque está encuadrado al otro lado del océano, no desde una visual de colonialistas sino en la retina de los colonizados, de los que ven como se consolidan las prácticas esclavistas, aplaudidas por las élites de esos colonizados, lo que demuestra una vez más que no hay patria sino riqueza, intereses de carácter pecuniario.
Es una novela donde el amor juega un papel trascendental, la amistad, la traición, el amor verdadero a la patria sin escudarse en fortunas o en la posibilidad de acrecentarlas. Es una novela humana, profundamente humana. Bien escrita, perfectamente escrita que nos describe la historia de Cuba, sus diversos periodos históricos y que pone las cosas en el sitio adecuado a quienes como yo nacimos en España y nos inculcaron la errónea certeza de la bonanza de nuestro aporte a los países hermanos que alguna vez anduvieron bajo el yugo de nuestras botas imperialistas.
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