lunes, 12 de abril de 2021

Los asesinos del Emperador de Santiago Posteguillo

 

No seré yo quien diga que no me he divertido leyendo esta novela. Tampoco seré yo quien afirme que el autor no anda documentado sobre el periodo que discurre en la narración. Tampoco negaré que las batallas, las luchas, las intrigas palaciegas te creen un nudo en la boca del estómago y te llenen de rabia al tiempo que sostiene la intriga. Pero tampoco afirmaré que el libro me ha inducido a la reflexión, que haya encontrado frases dignas de subrayarse merecedoras de un recuerdo eterno y sublime. Soy un apasionado de la historia, además con un amor especial a la historia de Roma, que siempre me ha fascinado. Para ser una obra perfecta le ha faltado cosas, muchas cosas. Le ha faltado alma literaria, esa que es tan difícil de definir. La novela reúne todos los requisitos para ser un best seller encajando a la perfección en el molde que los editores exigen a los autores: número de pagina, el tempo narrativo, aportación de datos históricos y un larguísimo etc. Permítaseme hacer un símil, un potaje hecho por la abuela, a parte de sabor, aroma, tenía alma, el alma que una Termomix jamás emulará. Muchas veces, durante la lectura, me ha venido a la mente "Yo, Claudio" de Robert Graves. Sí, soy consciente que las comparaciones son odiosas e injustas, pero la obra de Graves tenía alma, tenía ese sentimiento humano en sus profundidades, no estaba planificada, ideada, para ser un éxito editorial. Y eso lo he echado de menos en la obra de Posteguillo. Los éxitos comerciales son importantes, pero los éxitos literarios son excepcionales. Ahora, si queréis me podéis odiar.

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