Brecht siempre ha sido un poeta del, por y para el pueblo. Eso no le resta un ápice de calidad literaria. Sus poemas están teñido de beldad, sus sentimientos manan de lo más profundo de su ser y afloran con violenta hermosura. Sus sentimientos eran reales, verídicos y concretos mientras los escribía y nos los trasmite, en el tiempo, con la misma fuerza a quienes lo leemos y denotamos esos sentimientos corrernos por la venas. Él sufrió directamente ese enorme pellizco de perversidad que el pintor de brocha gorda, como a él le gustaba llamarlo, esparció por la humanidad. Leía a este poeta cuando era joven, hoy, transcurridos unos años de aquella añorada época, renacen en mi esas pasiones dormidas, que no muertas, llenándome de juvenil vitalidad.
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