Tras cada una de sus novelas te aguardan finales tan inesperados como sorprendentes. Era uno de los grandes este Camilleri, de esos que sin rimbombancias ni estridencias literarias logran siempre el objetivo de llenarte de satisfacción después de cada lectura. Como el que no quiere la cosa, casi sin pretenderlo te hace gozar de cada página, como Montalbano disfruta de las cualidades culinarias que los autores de sus platos le hacen disfrutar con fruición.
Insisto, me gusta como está perfilado el personaje del comisario, sus peculiaridades, sus “caídas” rayanas a la antipatía más absoluta.
En esta obra, como ya viene siendo habitual, desenmascara una trama urdida y entramada con cierta genialidad, que él deshilvana desde un plano secundario, sin protagonismos destacables, casi rozando la ilegalidad y la marginalidad de la voluntad de sus superiores, como si las cosas les vienen dadas y él nunca es el epicentro de la investigación.
Realmente me lo paso genial leyendo las aventuras del comisario Montalbano.
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