Esta entrega ha sido trepidante desde el principio al fin, apenas deja un respiro, un atisbo de reposo entre un hecho y otro, los acontecimientos se suceden vertiginosamente, es como conducir un coche de carrera, un leve empujón al acelerador desata un aluvión de fuerza, que no deja lugar a la menor desconcentración, una tregua en la que recuperar el resuello, para que los latidos literarios de tu corazón encuentren un alivio, un armisticio con el que recuperarse. La trama es una cinta sin fin, un bucle perpetuo, un discurrir infinito.
Son singulares los personajes, avanzadas las percepciones de la sociedad, donde no tienen cabida los perjuicios sociales de aburguesamiento imperante en una sociedad con espesa patina de hipocresía, haciendo estallar en miles de pedazos los convencionalismos arraigados con fuerza, sobre todo en sociedades latinas como la nuestra, lo ética y falsamente correcto, lo anticuado de nuestros pensamientos se diluyen como el azucarillo en líquido. Los celos encuadrados en su justo lugar, el sexo correctamente tratado, sin estridencias ni exageraciones, faltos de convencionalismos arcaicos. Las relaciones de parejas desprovistas de esa malsana creencia de propiedad. Es un paso más que induce a vivir en una vida menos convencional y en definitiva más libres, carente de dictámenes atrofiantes.
Una pena la repentina e inesperada muerte del autor que nos deja el buen sabor de sus tres entregas, dejando en el tintero el resto de la saga que prometía emociones a raudales. No alcanzo a comprender como la lectura de la primera entrega me dejó tan indiferente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario