¡Cuántos sentimientos, cuánta sabiduría caben en un rincón de una hostería! Zweig, con su habitual grandeza y desparpajo literario, es capaz de mostrarnos sin describirlo la infinitud de esa capacidad. Transcurren las horas, los días, las semanas, los meses y los años. Nada ha de cambiar. El tiempo es meticuloso, reiterativo. Entra el progreso por la puerta y permanece ignorado, desdeñado, por quien sólo se basta con sus libros. Los libros son su mundo, su universo. Los saborea y retiene como si fuese lo único importante en el planeta y fuera de él. Los libros trascienden una mente, un cuerpo, un espacio sideral. Hasta que por la puerta entra la intolerancia, la avaricia, la codicia. Todo se reduce a dónde naciste, de dónde procedes, ¿Qué beneficios me puede reportar su molesta presencia? Pero entre tanta maldad flota un ápice de humana esperanza. ¡Con qué maestría nos lo pinta Zweig! Nunca decepciona.
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