Es innegable el magnetismo que ejerce en el lector la narrativa de Lovecraft. Te atrapa, te sumerge en sus aguas inquietantes, turbadoras. La respiración se entrecorta mientras crece la tensión. Algo amenazador te aguarda al final de la página, o al principio de la siguiente, nada más girarla, sabes que algo está a punto de suceder, que ejerce un hechizo irrechazable, del que no puedes zafarte.
Envuelta en esa amenazadora seducción tu mente aguarda los siniestros acontecimiento, todo tú obnubilado por lo que te aguarda, espesamente lúgubre. Las imágenes dibujadas en tu imaginación diluyen su color. Todo es gris, tenebrosamente gris.
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