Las novelas distópicas suelen deprimirme. Esos mundos dirigidos por una mano invisible me aterran, ya sean un gran hermano o un mercado voraz, todo lo manipula para salir beneficiado. Te imponen una sola realidad, no existe nada contrapuesto. Todo es blanco o todo es negro. Cualquier matiz y escala de grises desaparece. No solo no existen sino que nunca existieron y si lo hicieron llenaron nuestras vidas de mal.
Me he pasado la lectura subrayando. No quería perderme ni una de las profundas reflexiones que Bradbury nos regala en su escrito. Es un libro que incita a meditar, a cavilar, a despertar sentimientos que viven en nuestro intelecto pero no siempre están lo suficientemente despiertos para inquietar nuestras conciencias.
En definitiva, es una obra que vale la pena leer, que despabila nuestra inteligencia haciendo provechosa su lectura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario