Es la historia de un amor imposible. Correspondido pero imposible. Zweig lo narró, lo narra, con su habitual maestría. Y escribo en presente porque toda manifestación artística se hace realidad cuando se lee, admira o contempla, no sólo en en momento de su creación y plasmación sino cuando despierta un sentimiento en quien lo disfruta, haya transcurrido siglos, años o segundos.
La distancia, una guerra, circunstancias sociales, imposibilitan que esa relación se materialice. Pero un viaje al pasado es posible para reavivar esa llama que parece aletargarse, morir sin la vivacidad que una vez tuvo. Allí donde una vez hubo fuego, pasión, siempre permanece una huella indeleble.
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