No sé si he descubierto a un gran escritor pero de lo que no me cabe duda es que he descubierto a un gran hombre. Sí, de esos hombres a los cuales no te importa dedicarle parte de tu tiempo tomando un café o una cerveza, yo que soy tan remiso a hacer nuevas amistades, siempre ha sido mi gran defecto, bueno, uno de ellos, lo digo con esa contundencia.
¡Qué libro más hermoso! Lleno de vida, de reflexiones, de humanidad. De una humanidad vista desde un prisma muy diferente al que utilizamos habitualmente en esta parte del mundo en que nos ha tocado vivir.
No hay en él nada de fanatismo místico, y lo digo desde mi agnosticismo practicante, incluso combatiente; de hecho, no hay nada de fanatismo en ninguna de sus reflexiones, aseveraciones, experiencias e historias. La suya fue una vida bien aprovechada, parece que bien vivida y como el mismo dice, llena de buena suerte, de esa buena suerte que es imprescindible para deambular por este largo o corto viaje, pero siempre bello que cada cual emprende en el momento de nacer.
De verdad que es un libro digno de lectura. No vais a encontrar en él ningún ápice de proselitismo, ningún pellizco de dogmatismo de índole alguna. Solo su vida, sus experiencias, su acercamiento a una verdad que él buscó con ahínco ejerciendo una hermosa profesión, la de periodista.