He de asumir que el hábito no hace al monje y esto me lo acaba de demostrar una vez más un autor. Esta vez ha sido Sweig con esta magnifica biografía de uno de los hombres más ilustres del Renacimiento, representante inequívoco del humanismo más absoluto, llevado a la cumbre más alta con acérrima práctica. Se puede militar, hacer proselitismo sin por ello conllevar fanatismo alguno. Es evidente que gran parte de culpa es mía y solo mía, la sola mención de una sotana, un habito, una mitra me induce a pensar en un fanático de campeonato, la Historia con mayúscula no hace más que corroborar este pensamiento mío, llena de execrable mácula de abusos e injusticias la repleta. Cuántas barbaridades se han cometido enarbolando la bandera de un dios, de cualquiera de los supuestamente existentes.
Pero mi culpa está en no conocer con la suficiente entereza que en época determinada solo los religiosos tenían acceso a la cultura y esta premiaba por encima de cualquier religiosidad sincera o encubierta. La verdad que hasta la lectura de este libro ignoraba bastante la obra de Erasmo, su serena ideología, su religiosidad desprovista de fanatismo, de pensamientos guiados por la moderación y la falta de alineamiento a un partido u otro.
Esto me hace reafirmarme en la máxima de Sócrates: sólo sé que no sé nada. Hay que mantener encendida la sed de conocimiento. Es una meta absolutamente inalcanzable pero más cercana cada día, cada paso que supone el leer un libro nuevo, desconocido.
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