Cada día me siento más decepcionado con la idea de ser español. Nadie elige dónde se nace, pero si puede hacerlo de donde se es. La carencia de capacidad de reflexión de mis compatriotas me abruma y acongoja. Nos dejamos llevar por las ideas que desde los medios de comunicación, destacan algunos hechos, omiten otros deliberadamente, muchos se dedican a difundir bulos sin el menor de los escrúpulos, las redes sociales nos intimidan, y se difunden noticias sin el menor atisbo de reflexión. Se comparte y punto. ¿Cuantas veces no habré visto la casa de un destacado líder de la izquierda, el precio, de dónde y de qué banco ha salido el dinero para pagar la hipoteca? Otros, sin embargo, tienen casas que han costado el doble, se han comprado con dinero de oscura procedencia y, a pesar de todo, un sospechoso silencio se cierne sobre la “noticia”. Pero en fin…
Lo que está colmando mi paciencia es algo digno de destacar. Las compañías eléctricas han incrementado sus precios una barbaridad, han hecho que se tomen medidas contraproducente contra el consumidor, es decir, contra la inmensa mayoría de nosotros, con la finalidad de paliar sus deficiencias y falta de planificación. Desde lejanos despachos, y en ello también incluyo la banca, personas que ganan cantidades anuales de seis cifras firman despidos de personas que apenas llegan a la quincena de miles al año para equilibrar presupuestos de compañías cuyos beneficios no paran de crecer para favorecer a una minoría social. Ya decía Saramago que para hacer un rico había que crear antes muchos pobres.
Mi indignación no se fundamenta mas que en la actitud del pueblo español. Mientras todo eso sucede nos conformamos con una sesgada idea de libertad, falsa a todas luces; nos dedicamos a inundar las redes sociales de chistes (ingeniosos algunos, pero no menos dañino a nuestra conciencia de consumidor), que si el precio de la luz por aquí o por allí, pero sin levantarnos de nuestros cómodos sillones o sofás; sin alzar para nada nuestras voces y gritar un ensordecedor “Basta ya”. No. Nos lo tomamos todo a mofa, con deplorable y lamentable resignación. Por ello muchas veces envidio a pueblos como el catalán, el vasco y muchos otros europeos, no se dejan avasallar con tal facilidad sin al menos luchar antes por sus derechos y sus libertades.
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