En Francia fui un niño feliz. Mis ojos de adolescencia fueron testigos directos de estos hechos. Hoy, mis ojos de adultos, de viejo, son los que demandan comprender todos aquellos sucesos. Yo vivía en la banlieue de un Paris revolucionario, ahíto de un régimen caduco que encorsetaba asfixiante a la población, a las clases más desprotegidas, aprovechándose de las condiciones de los inmigrantes, esos que tanto daño parecen hacer a la población, según algunos, que anhela vivir en paz sin tanto extranjero. Un dato curioso, de los cuarenta y cinco mil empleados en el 68 que componían la compañía Citroën, solo veintiséis mil eran no originarios de Francia, estos procedían de países como España, Portugal, Marruecos, Argelia, Túnez, de la antigua Yugoslavia o Italia (en menor medida), estaban peor pagados que los franceses, realizaban los trabajos que estos rechazaban o desdeñaban, pero en el fondo estaban agradecidos. En sus países de origen las penurias se magnificaban.
Mis padres fueron unos de esos que tuvieron que salir huyendo de una España donde el aire putrefacto de la dictadura se hacía irrespirable, donde la subsistencia económica era irrealizable y decidieron coger sus maletas, sus hijos y meterse en un tren que los alejase de tanta miseria. Fuimos a parar a Paris, a esa hermosa ciudad, que en esa época violentaba un sistema coercitivo, un capitalismo que mostraba fisuras por todos sus muros y que parcheaban aquí y allá para disimular las irremisibles grietas que mostraba frente a los menos afortunados.
Mayo del 68 mostró el hastío de la juventud, de los trabajadores frente a esos regímenes que de un lado o el otro del muro mostraban sus fracasos e impotencias. La mu jer siguió acrecentando su consciencia de igualdad injustamente negada (aún falta largo camino por recorrer). Un aire de libertad sopló en el mundo entero, Praga, antes en Hungría, Francia, Grecia, la inapelable dictadura franquista reprimía cualquier movimiento de ansías de libertad, como la Portugal de Salazar sofocaba cualquier resquicio reivindicativo de aire puro. El sistema tenía que resistir, el modelo económico debía persistir por más brechas que mostrase.
En este libro, en modo de crónica periodística, viene a mostrarse del panorama de aquellos días, aquellos meses que se debatieron entre la esperanza de muchos y el temor de unos pocos, recelosos de sus privilegios.
Pero ese Mayo del 68, indirectamente, supuso un cambio radical en mi vida. Supuso dejar atrás unos sueños de estudios bien enfocados, un amor adolescente, imposible, inalcanzable. Mis padres, temeroso antes los hechos, que ya habían sufrido en su niñez las consecuencias de una atroz guerra fratricida, fruto de un golpe de estado frustrado, que hizo añicos las ilusiones de millones de españoles y consolidó el bienestar de muchos privilegiados, permitiendo el nacimiento de un clase acomodada, temerosa, callada, silenciada, decidieron volver a España. Apenas habían logrado ahorrar lo suficiente, a pesar del duro trabajo que les supuso, el ímprobo esfuerzo y la insufrible carencia a las que tuvieron que someterse para darnos lo mejor de ellos, para comprar un piso pequeño en la España que ellos tanto añoraron. El sueño de Mayo del 68 se diluyó entre bombas de humos lacrimógenos, entre golpes negros para acallar las reivindicaciones de las masas, ante la inexplicable timidez de la izquierda francesa, más preocupada en acumular votos que en la realización de su cometido. Los estudiantes volvieron resignados, desilusionados a sus libros, a sus clases; los obreros regresaron a sus aplastantes rutinas para satisfacción de sus patronos. Paris enmudeció, y yo hube de dejar atrás esos sueños, esas promesas de becas, que se fueron diluyendo con el paso del tiempo. Atrás dejé un amor que, entonces, se manifestó en todo su esplendorosa y real imposibilidad. Ya hasta el sueño se hizo irreal, perdí hasta el derecho a soñar.
En España, años después, conocí el amor de mi vida. Aún sigue a mi lado y espero que por muchos años. No hay mal que por bien no venga.
Por cierto, el prólogo de este libro me ha aportado muchos más datos analíticos que el propio libro en sí. Nostálgico ando últimamente y eso me impele a la hora de tomar decisiones sobre mis lecturas.
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