Lo más flojo que he leído de Auster. Esto no quiere decir nada. Hasta ahora todo lo que había leído de él me ha encantado. Esta también me ha gustado, pero un peldaño por debajo de lo que en él es habitual. La historia es extraña, o las historias mejor dicho, como todo escritor el protagonista juega a ser Dios, crea un personaje, le insufla vida, se mueve en un mundo paralelo manejado por los invisibles hilos de su creador, está a su merced. Y ese determinismo, al que todos los personajes de la ficción están sujetos a una voluntad ajena, que es irrevocable, caprichosa, inevitable. Fluye por mundo paralelos condenados a reencontrase en un punto confluyente. Personajes fruto de personajes. Reflexión sobre el amor, el matrimonio, la vida, la familia, sobre la muerte, sobre la intelectualidad y la frivolidad, sobre las relaciones humanas, el amor filial, y el de abuelos a nietos y viceversa. Pero el amor está siempre presente, la atracción no sólo física, que también juega un papel importante aunque no de relevancia determinante.
La he oído y ahí entra otra parte de la crítica. El narrador es plano, carece de la necesaria modulación de voces, como hasta ahora he disfrutado. Todos los personajes tienen el mismo tono y se nota demasiado su lectura. En fin, la perfección no existe, aunque uno no deja de buscarla con vehemencia.
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